viernes, 25 de julio de 2008

Trémulo

Trémulo sufría de ataques crónicos de Soledad. Él sabía muy bien que ésta no era un enfermedad que se curara con el tiempo, con los objetos de felpa o con poemas nocturnos. Trémulo sabía que la Soledad se curaba con el jarabe que un doctor había descubierto, el cual consistía en una síntesis de jugo de pomelo, extracto de diente de león y un tónico secreto que nadie conocía. Con unas pocas gotas, Trémulo iba a poder curarse de la Soledad. Al encontrar ese jarabe por Internet, supo que nunca más iba a sentirse solo.



- "¡Milagro de la ciencia humana! ¡Milagro haberlo encontrado!" - gritaba, aunque nadie lo escuchase. Sufría de Soledad.



Tomó un par de gotas y no se sintió mejor. De hecho, su lengua se paralizó por el extraño sabor del brebaje. Trémulo volvía a sentirse mal, volvía a entender que la enfermedad era incurable. Cayó al piso y vomitó. Quiso despojarse de todo lo que había comido ese día, de todo lo que tenía dentro. Quiso vomitar su estómago entero, su sistema digestivo completo, quiso incluso vomitar su corazón. Sabía que no había forma de curarse, que la Soledad no corría por sus venas, sino por algún otro lugar, por un lugar insospechado. Se dejó caer y lloró. Lloró con la punta de la lengua aún dormida, con medio almuerzo en sus pantalones y con la mirada oculta entre sus dedos. Había aún algo de Soledad en ese ambiente. Flotaba en el aire. No había forma de evadirla.

2 comentarios:

meli dijo...

La soledad todo un tema ese amigo! muy lindo su cuentito siga escribiendo nomás..

sergio dijo...

Umm, este texto podría llevar por título "De cuando G. se tragó un Bucay".

Igual, está bien.