viernes, 19 de marzo de 2010

Extraño

“¿Conocés lo que se llama sensación de extrañamiento?”. “Sí, te referís a eso que se da cuanto tus propios textos se te vuelven extraños luego de un tiempo”, dije. “No, no es eso. Se da cuando llegás a un lugar nuevo, que no conocés para nada y de repente sentís que todo lo que puede ser cotidiano, normal para el lugar, a vos te resulta extraño. Y viceversa, ¿no? Bueno, eso hay que aprovecharlo, usarlo para lo que escribís. A mí me decían que no me perdiera de esa sensación. Porque después de un tiempo, te amoldás y ya se pierde”, yo me inclinaba en la silla y la miraba con la certeza de que estas serían las líneas de mi primera crónica en Irlanda.

Salimos de un pequeño centro comunitario, que olía a curry dulce y a vapor de comida casera, y caminamos hasta la parada de su colectivo. Hablamos de trabajo, de cómo hacer currículums (tema que ya me ha agobiado) y otros tips para la vida de un argentino recién llegado.

Cuando volví a casa me decía que estaba haciendo bien las cosas, a pesar de que aún no recibiera ninguna oferta de trabajo (se me vino a la cabeza la frase “Kitchen porter”, cuya traducción más fidedigna sería “friegaplatos”). Y sonreí, ¿no?, qué más hacer. Me detuve frente a un restaurante de comida china que estaba vacío, donde una chica de unos 20 años estaba sentada del otro lado del mostrador, leyendo un libro. Hacía frío, había poca gente en la calle y unos cuantos autos levantaban los papeles del pavimento. Levantó la cabeza casi como en un movimiento instintivo y me sonrió para luego volver a su libro. Seguí rumbo a casa, mirando una gran catedral que está a unas cuadras, que data del siglo XVII. La luz del farol solo mostraba que el gran portal estaba cerrado. A las puntas del techo no se las podía ver, con la noche y la poca luz. A la vuelta unos niños rubios jugaban con un sofá que estaba tirado: habían quitado un almohadón y lo amarraban a un poste con una cinta adhesiva de supermercado. Era Lunes, 15 de Marzo, alrededor de las 21 horas.

jueves, 25 de febrero de 2010

Resucitando (de nuevo), como la novia de Frankenstein...



El otro día, mientras acomodaba la mesita de luz que está al lado de la cama, encontré un cuaderno que pretendió ser alguna vez una especie de "diario" personal. Virginia me había generado la inquietud. Pero luego me di cuenta de que no es el formato... ese cuaderno pecaba de aburrido y fácilmente olvidable. Por ello, retomaré mi blog, a modo de lo que venía siendo: un diario escrito por las noches, una especie de "seudo-catarsis". A días de viajar, de irme de Mendoza por un buen tiempo, qué mejor que comenzarlo ahora.

Y en este momento, en que estoy por hacer click sobre "Publicar entrada", me digo y re-digo, "It's alive! It's alive!".