viernes, 27 de febrero de 2009

Mirar y ser mirado


Hace un par de semanas, luego de volver al ruedo de las noches acocteladas y de música top y de permitir una plácida euforia, analicé el funcionamiento de sitios así, digo, de boliches. Es claro que la dinámica ronda alrededor de lo puramente visual, de lo externo y, podría decirse, superficial. Pienso en el cuidado (extremado en algunos) que tienen los que van para con sus trajes, vestidos y demás utensilios. Pienso en los esquemas canónicos que algunos intentan (casi desesperadamente) imitar: como los pelos al aire, los teñidos y demás, que deforman (en la mayoría de las oportunidades). Al fin de cuentas, me pregunto, ¿cuál es el código patente que mueve a sitios así, que hace que nos comportemos casi de la misma manera?


Es evidente que todos lo conocemos. De mejor o no tan mejor forma, estamos pendientes. Sabemos quiénes son las estrellas, quiénes estan por primera vez, quiénes ya han pasado su vida ahí, buscando y buscando. Se ve esa búsqueda, esa evidente casi "desesperación" por encontrar el amor eterno en este lugar. ¿De dónde viene esa imposición? ¿De dónde nace la indispensable necesidad de buscarlo y encontrarlo ahí?


El boliche es un lugar de encuentro, de juego, de caretas al estilo Pirandello, quizá con toques pop y algunos más trash. Se hace una excursión interesante por la dinámica de la seducción o la in-seducción de las personas. Se ve el grado de libertad que pueden o no tener al estar expuestos. Cómo baila, cómo se mueve, cómo habla con los amigos. Miramos y especulamos. Nos miran y sacan conclusiones. A veces desespero al sentirme inmerso en ello, pero me solazo cuando siento que nado como un pez en el agua entre este maremágnum. A veces las cosas podrían ser más simples, pero perderían su encanto. ¿O no?

lunes, 16 de febrero de 2009

Pasión

Hace poco leía una serie de textos acerca de filósofos y escritores franceses. En realidad, era algo breve, sintético, pero bastó para que me parecieran unos copados... Paso a explicar por cuá.

Rabelais amaba la vida, como solo un humanista podía hacerlo. Dentro de su doctrina, adhería a la idea de otro tipo que decía: "¡Haz lo que quieras!", no es una apología al libertinaje, sino a la libertad de poder hacer lo que deseemos sin atropellar la libertad de los otros, dada que la naturaleza no es mala, sus impulsos serán buenos y debemos seguirlos. Diderot, muchos siglos después, decía que la Naturaleza era la excelencia, y que el hombre no debía dejarse limitar por cosas extrañas, como la religión, por ejemplo. Rousseau, otro copado, pensaba que la naturaleza hizo al hombre bueno, pero la sociedad lo hizo malo. Nada que el hombre impulse por su instinto y deseo es malo. De hecho planteaba el retorno al hombre natural, sin perder, claro está, los logros del hombre civilizado.

¿Qué tanta cabida debemos darle a nuestros impulsos? ¿A nuestras pasiones? Pienso en la atracción física, en enamorarse, en algo tan básico como las ganas de tener sexo.

Racine, por otro lado, mostraba a las pasiones humanas como aquello que vive en el hombre de forma oculta, pero que sale en algún momento y enseña el lado más oscuro y primitivo. Las pasiones como aquello que destruye al hombre. Amar es lo peor, lo que nos hace sucumbir...

Mmm... pensándolo fríamente, voto por los primeros.

lunes, 2 de febrero de 2009

Hísterix

Un amigo una vez bautizó así a un chico que se caracterizaba, no por pertenecer a los comic de Asterix, sino por ser uno de los emblemas más reconocibles de lo que actualmente se llama persona HISTÉRICA. Dedicaré este pequeño post a pensar, no con la mente en frío, en ellos (¿nosotros?).



¿Cómo ubicar la histeria? ¿Como una cualidad intrínseca de ciertas personas o como actitudes pasajeras, momentáneas, particulares, que no pertenecen a una conducta habitué? Otro amigo decía que en realidad todo depende del poder que se ejerza. El que se sabe deseado logra manejar, casi instintivamente, la situación. Puede complacer ese deseo, o no. Ahora bien, ¿qué sucede con aquel que poco le interesa complacer o no, sino justamente, el poder? Sentirse deseado es algo muy renovador, quizá mucho mejor que sesiones y sesiones de psicóloga. ¿Nace justamente de una necesidad, de un placer no del todo consciente? ¿O de algo puramente consciente, "cruel", quizás?



Hoy he perdido las ganas de seguirlo pensando. Quisiera poder resolverlo, para evitarlo, tanto en mí como en otro. Sentir que un buen sentimiento se pierde en un discurso, en palabras con edulcorante. Odio eso. Odio las palabras-anzuelo que perforan un noble sentimiento. Sin embargo, por otros momentos, recuerdo siempre lo que el hermano de Charlie Kauffman le decía a este pobre guionista inseguro: "El amor que uno siente es de uno. De nadie de más. Ni siquiera la persona amada tiene el derecho de poder hacer algo con él".