martes, 7 de abril de 2009

Cuentillo

He aquí un texto escrito hace un tiempo. Rosa, casi catártico, en fin, un texto. A disfrutarlo, en caso de que así sea:


El bar

Lo miró de reojo mientras compraba en el mostrador. Tenía un traje gris, un peinado sutil hecho en la mañana y desdibujado durante el día. Parecía que había estado llorando, o que quizá había recibido algún golpe que le había hecho lagrimear. Compró cerveza y se sentó. Estiró las piernas y se dejó caer como si se tratara de un diván. Se sirvió y bebió con prisa. Lo hacía como si intentara apagar un incendio, como si pudiera diluir alguna llaga.

Miguel lo estudió lentamente. Se había olvidado su cámara en casa. Lamentó no tenerla con él. Podría haber tomado tantas fotos. Con su mirada el hombre le decía que había sido traicionado, o quizá, despedido, violado, insultado. Llevaba consigo una carga invisible. Quiso creer que se borraba con el alcohol, con un vaso frío y una mesa pequeña en un bar oscuro. Pero eso no pasaba. Se imprimía aún más, se marcaba como si se tratara de un hierro candente.

Miguel decidió guardar las imágenes en su memoria. Lo miró y midió cada centímetro de luz y de sombra, observó cómo el humo disolvía algunas líneas, cómo brillaban sus labios con la humedad que se quedaba luego de cada sorbo. Se dijo que seguramente él no esperaba tener un día así. No con ese traje, con ese peinado, con esa presencia. Parecía un héroe cansado, un caballero moribundo que rogaba por agua. Se pensó así, se pensó igual, lo recordó. Pobre de mí, cuánto tiempo perdido en ese mar. No debo volver. Quererlo así fue la desdicha. Querer así es convertir un día normal en un confesionario, en un bar, en una danza solitaria con los hilos de los cigarrillos. Pobre de mí…